A cada vuelta del tambor de la lavadora, el mundo
empequeñecía. Andrea estaba de pie, sentado, mirándose la nuca. A la vuelta
número 137 se giró y, mirándose a los ojos desde arriba, se dijo: “Sabes que
eso no es una lavadora, ¿no?”. Aquello le pilló desprevenido, su voz sonaba
rarísima, y se puso a observar la supuesta lavadora más detenidamente. Poco a
poco fue comprendiendo que tenía razón, aquello no era una lavadora. Pero si no
era una lavadora, ¿qué era?
La enfermera entró en la habitación 137 y, como cada mañana,
encontró al interno a diez centímetros de la cómoda, observándola con absoluta
concentración.
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