Bocanada.

La depresión es como bucear en un mar negro sin bombona de oxígeno. Al principio, cuando el mar está embravecido, no eres consciente de nada. Sólo sientes que te ahogas, que vas dando tumbos. No sabes qué es arriba y qué es abajo, pero tampoco te interesa. Te limitas a existir y a rezar por quedarte sin aire y obtener una paz que se te antoja muy lejana. Es como un viaje a la nada, pero a una nada furiosa. Una energía carente de vida cuyo objetivo es arrancarte la tuya. Y tú estás conforme.
Dicen que el tiempo todo lo cura. Es mentira. El tiempo otorga calma, calma en esas aguas que te siguen absorbiendo. Es entonces cuando aceptas la depresión e intentas salir de ella. La tristeza es como una droga. Un hábito más del que es casi imposible separarse. La tristeza es necesaria para muchos, pero no es una compañera de piso fácil de soportar. En el momento en el que el mar se calma, digamos que comienza una fase de vacío existencial. Lo importante de esta etapa es querer acabar con ella, porque, al estar el mar en calma, eres consciente de dónde está arriba y dónde abajo, y puedes salir a la superficie, tomar una bocanada de aire y abrirte al mundo. Algunos utilizan las drogas para tomar ese respiro, otros se cortan las venas, otros escriben, otros hacen música. Poca gente comprende que detrás de una obra de arte suele haber un mar negro y abrumador, poca gente comprende que aquél que se droga o se autolesiona no lo hace por llamar la atención. Es su respiro, su paz. Su forma de luchar contra sus demonios.