ni los porros.
ni mis rezos.
Los rezos de un ateo convencido.
ni la soledad.
ni la música.
Mi música.
ni las pastillas para dormir.
ni la cerveza.
Única rubia permanente.
ni el frío, ni la noche.
ni el mar, ni las estrellas.
Y a partir de ahora, ya ni siquiera ella.
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