sábado, 1 de febrero de 2014

Sin nadie

Te despiertas en el sofá de un colega, aún algo fumado, con la boca seca y la sensación de que todo es una mierda. Y lo es. Aún quedan dos chavales sobados en la habitación, pero no les dices nada, simplemente coges tus cosas, te lías un cigarrillo y sales de ahí. Ya en la calle el frío te acaricia la cara, y lo agradeces. Al fin y al cabo. Enciendes tu cigarrillo y comienzas a andar, pero no vas a tu casa. Prefieres subir al monte y sentarte en una piedra. Y pensar, y fumar. Y fumar, y pensar.

...

Llevas todo el día con esa habitual sensación de incomodidad, de intranquilidad, gritándote al oído. Es posible que se te haya olvidado el por qué, pero en tu interior lo sabes. Sabes perfectamente qué ocurre en las horas siguientes a ese cambio a primer plano de esa extraña sensación. Cuando el susurro se convierte en grito.

...

Lo odias. Todo. Odias absolutamente todas las cosas que existen. Estás asqueado, tienes ganas de colgarte de un árbol, o de pegarle una paliza a alguien. Ahora lo entiendes, y odias entenderlo. Recuerdas las primeras veces que te viste en esta situación. Y, entonces, te das cuenta de que ahora estás solo.

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